Ana se despertó enfadada, como cada mañana.
Era como si la noche la absorbiera en su manto negro y tardase horas en salir de allí.
Su pareja conocía sus despertares y ya no reparaba en ellos.
Siempre triste, con el gesto torcido, sin contestar saludos ni prestar atención a nada.
Su mundo de la noche la atrapaba y hasta después de la ducha no acertaba a encajar la realidad.
En películas veía como amanecían parejas con risas y bromas, pero siempre pensó que eso no era para ella, que la dejasen tranquila en ese momento, ya después reaccionaría y compensaría a todos de su antipatía.
Su pareja Hugo, no se quejaba, intentaba no molestarla, esperaba paciente y en el fondo añoraba otros despertares.
Se imaginaba risas en la cama, desayunos animados que le daría una fuerza especial para comenzar el día.
Había oído que los niños que han vivido momentos de angustia, en cuanto esa situación cesa, se despiertan felices y animados, pues en la noche recuerdan aquella angustia y al despertar se dan cuenta de que aquello ya ha pasado.
Pensaba en Ana y se preguntaba cual era la razón de su despertar.
Un día, mucho tiempo después, cuando Hugo y su nueva pareja reían felices en la cama nada mas despuntar el sol, un pensamiento de profunda tristeza le heló la sangre.
Se dio cuenta que la angustia que atenazaba a la triste Ana aparecía cuando se despertaba.
Que no era la noche la que atrapaba su alma, que su tristeza aparecía cuando recuperaba la conciencia.
Hugo no se sintió culpable, no lo era, sintió pena y también la desazón de no haberse dado cuenta, de no haber tenido nunca la confianza de Ana.
Y deseó para ella amaneceres de risas.
2 comentarios:
Cada mañana despertamos sin deudas hacia la vida.
El que se levanta odioso no tiene excusa, es odioso.
Según te levantes asi tienes el día,a veces las cosas se tuercen pero hay que afrontarlas con alegría
Publicar un comentario