martes, 19 de abril de 2011

Isla Bikini

Si hay algo a lo que las mujeres dedicamos un tiempo tan precioso como inútil, es la elección del bikini o bañador.
En cuanto las escuetas prendas empiezan a asomar tímidas en las tiendas de moda, en nuestro interior se activa una especie de buscador incansable.
Es casi un ritual, pues para ir en su busca y captura has de prepararte días o quizás semanas antes.
Todo empieza frente al espejo, después de la ducha matutina, dedicas varios minutos a observarte en ropa interior, metes barriga, sacas barriga, te miras de frente , te miras de lado para rematar con el espejito de mano haciendo malabarismos para verte el dichoso trasero.
Esta primera toma de contacto suele desembocar en dos conclusiones, la primera es, como no, bajar ese par de kilitos que nos adorna ultimamente y la segunda la sentencia infalible de que una vez esté morena la piel todo se verá mucho mejor.
Empieza entonces la peregrinación anual por las tiendas, después de 20 minutos eligiendo el color y el estampado te decides, escojes de cuatro a seis modelos para llevarte al probador, una vez en bolas es un rollo salir a elegir de nuevo.
En el metro cuadrado empieza la lucha entre tu ropa, las diminutas perchas, el bolso que se empeña en caerse del taburete y la esquiva cortina que se empeña en mostrarle al mundo tus blancas carnes.
Sales agotada, con el pelo revuelto y el alma en los tobillos.
No ha habido suerte, tendrás que intentarlo de nuevo, te recompones y cambias de tienda, no importa que queden mas de 20 modelos, está claro que ahí no hay nada para ti.
Después de unas cuantas paradas al fin lo has encontrado, hechura perfecta, color genial, eso si, cuando estés morena, y te queda como un guante, ni una fea arruga, los tirantes se ajustan a la perfección y la braguita ni muy alta ni muy baja, ideal, la compra de los complementos, toalla, pareo, gafas y chanclas se convierte en un paseo triunfal, todo encaja como la maquinaria de un reloj suizo.
Llegas a la paya y tras cinco minutos de reloj al sol, bajas los tirantes, los anudas de cualquier manera, queda francamente mal, pero peor será que te queden las marcas.
A partir del segundo día de playa tu bikini exquisitamente escogido ha adoptado la forma de todos tus otros bikinis, miras a tu alrededor y observas que ninguna chica lo luce en su postura original, alguna prescinde de una de las piezas y la usa de cinta para el pelo, las mas arriesgadas los mezclan entre si y el resto lo amarramos de mil formas distintas.
Sin duda el tiempo de probar trajes de baño es el mas perdido del mundo a no ser que seas Anita Obregón y te paguen por el posado.
Por eso este año intentaré saltarme el ritual, ¡ aunque ya he empezado a mirar escaparates !

1 comentario:

Unknown dijo...

Solo hay una cosa peor que ser la mujer que ha de probarse el bikini; ser el hombre que acompaña a la mujer que ha de probarse el bikini.