lunes, 4 de julio de 2011

La Familia

Que fastidio cuando te ves implicada en una comida o sarao familiar sin haberlo previsto.
Cuando en aquella cena de fin de año, totalmente engañados, me vi fuera de mi ciudad, sentada a una mesa familiar que no era la mía.
Pensé que nos habían metido un golazo por la escuadra.
Después de la segunda ronda de besos a aquella desconocida familia, que no volví a ver.
Me fui a la barra del decimonónico club social, con la sana intención de no recordar nada al día siguiente.
Alguno de los que me leéis fuisteis testigos, aunque como yo no recodáis nombres ni caras.
Pero en alguna ocasión, me ha pasado todo lo contrario.
He tenido el privilegio de estar disfrutando de un tiempo precioso con familias tan agradables, que pensar en dejarlas te provoca nostalgia en cuanto cruzas el umbral de su puerta.
Que fácil es todo cuando el cariño entre padres, tías, nietas, abuela fluye de una manera tan intensa y continua que ni las distancias ni las ausencias consiguen cortar los hilos que los unen.
Porque en esa familia hay eso tan difícil de conseguir, tan fácil de romper con airadas palabras o envidias fraternales.
Hay corrientes de sana preocupación, atender el bien del hermano antes que el propio, mirar la necesidad del mas débil y sobretodo anteponer la felicidad y armonía familiar al bien particular.
Entonces la familia se engrandece, y el pertenecer a ella ya es un valor en si mismo.
Y te acercas mucho, rozas sus manos y agradeces sus besos, porque su sola presencia te da paz.
Los miras desde la distancia, siempre unidos, con los mismos problemas que el resto del mundo, con golpes duros que da la vida, pero tu sabes que podrán con todo.
Y esperas en un segundo plano, por si en algún momento necesitan tu mano o tu hombro estar atenta y dispuesta a ayudar.
Os quiero mucho Dionis.

1 comentario:

Unknown dijo...

Aveces es necesario tener toda la educación del mundo para levantarse de una mesa y enviar a algún maleducado a freir churros, creeme.