jueves, 9 de junio de 2011

Soy de provincias

Que miedo me dan las grandes ciudades.
Ejercen sobre mi fascinación y repudia a partes iguales.
Cuando me canso de todo, pienso que feliz sería en el anonimato de vivir en París o Tokio.
Sueño con andar por sus abarrotadas aceras, cruzándome sin dar aprecio con gente variopinta.
En donde cambiar de barrio es casi como cambiar de país.
Donde puedes ver el lujo mas absoluto y también observar la misera mas paupérrima.
Y cuando me imagino allí como una hormiga vista desde un helicóptero, en medio de sus calles.
Pienso en lo sola que ha de sentirse la mayoría de aquella gente, viviendo a kilómetros de sus familias, con sus trabajos a horas de sus casas, me imagino la sensación que tendrán al salir por la mañanas.
Cuando saben que no regresarán hasta la noche y que miles de contratiempos están ahí fuera acechándoles.
Cuando oigo algún computo de los que te dicen que nos pasamos 23 años de nuestra vida durmiendo y 5 años comiendo, me pregunto, cuantos años de vida se pierde la gente de las grandes ciudades yendo de un sitio a otro.
Sólo esa economía en distancias, creo que compensa en calidad de vida en una ciudad pequeña.
Las grandes ciudades están deshumanizadas, son inabarcables.
Al final, te limitas a una zona, barrio o manzana y cuando consigues organizar tu vida en unos cuantos kilómetros a la redonda empiezas a disfrutarla.
Me encantan las grandes urbes para visitarlas, pero sin duda me quedo con las villas pequeñas para habitarlas.
No lo puedo evitar, soy de provincias.

No hay comentarios: