jueves, 21 de julio de 2011

Brotes

Esta mañana mientras miraba embelesada como giraban las pastillas de sacarina en mi café con leche hasta acabar por desintegrarse, pensé en mi futuro.
Desde la infancia nos inculcan el valor del sacrificio presente en pos de un futuro mejor.
Tatúan a fuego la fábula de la cigarra y la hormiga en nuestro subconsciente.
En los estudios premian nuestro sacrificio diario con un final de curso existoso, cargado de regalos y vacaciones.
En nuestro trabajo, el ansiado final de mes, con la nómina ingresada y las vacaciones pagadas.
Siempre has de esforzarte para el futuro, siempre has de posponer el placer para atender al deber.
¿ Y en nuestra vida, cuando llegan las merecidas vacaciones ?
En que momento decides que el futuro ya está aquí y que es la hora de recoger sus frutos.
Creo que nunca, siempre seremos hormigas, condenadas a recolectar y acumular esperando el invierno.
En este punto de mi vida, lleno de cambios, siento la presión de no estar haciendo lo suficiente, siento como si estuviera quemando mis naves antes de llegar a la costa.
Necesito un nuevo reto, visualizar una meta, en una palabra, volver a complicarme la vida.
Soy como un cerezo cargado de fruta madura, deseando entregar su cosecha para renacer, para volver a sentir rugir la sabia por sus ramas, volver a entregarse en el esfuerzo extenuante de brotar de la nada.
Empiezo a entender porqué desde el principio de los tiempos se dice que la vida es un camino.

1 comentario:

Unknown dijo...

Y lo mejor de ese camino, siempre está por llegar.