lunes, 24 de octubre de 2011

Recordando

No recuerdo en que mes sucedió.
Pasé la tarde de sábado preparando un examen del instituto.
Sobre las ocho, Nacho y su amigo pasarían a buscarme para tomar unas hamburguesas y jugar un futbolin.
Habían aprovechado el buen tiempo y mi examen de mates para disfrutar de su gran afición.
Era todo un ritual, preparar la ruta, equiparse, poner a punto las motos y salir a quemar asfalto.
Siempre íbamos juntos, el lugar de encuentro lo habíamos fijado a unos siete kilómetros del centro, así, ir y venir en nuestras motos era un valor añadido en las tardes de ocio.
Cuando el reloj de pared de la entrada dio diez campanadas, yo, aún no sabía nada de ellos.
Seguía esperando, un poco inquieta, pero aún no había móviles y cualquier pinchazo o rato de lluvia podrían haberlos retrasado.
Estaba poniéndome un sandwich, cuando sonó el portero y una voz rota me dijo,¡baja!
En ese instante ya supe que algo había ocurrido.
Un escalofrío me recorrió la espalda a la vez que un calor intenso me subió a las mejillas.
Baje las escaleras de tres en tres para vivir lo que nunca hubiese querido.
La cara de Nacho, su expresión rota, los ojos turbios de lágrimas y un temblor en las manos que no podía contener.
-¡El Choni ha muerto!
Se mató en una recta o en una curva, no lo recuerdo, lo hablamos mil veces y no consigo recordar los detalles.
Estuvimos en su entierro, docenas de motos, todos amigos, estuvieron allí.
Un homenaje tan emotivo que aún me rompe el corazón recordarlo.
Recuerdo ahora a varios amigos de aquella época, con igual destino.
Nunca mas sentí la inmensa libertad, la sensación de control, el placer de arriesgar y de ser tu el dueño de la carretera.
Me gustan las motos, seguí montando, pero nunca más fui todo corazón.

1 comentario:

Unknown dijo...

Toda una vida se dirime en un solo segundo .
Empieza en el primero y termina en el último