Pasé la tarde de sábado preparando un examen del instituto.
Sobre las ocho, Nacho y su amigo pasarían a buscarme para tomar unas hamburguesas y jugar un futbolin.
Habían aprovechado el buen tiempo y mi examen de mates para disfrutar de su gran afición.
Era todo un ritual, preparar la ruta, equiparse, poner a punto las motos y salir a quemar asfalto.
Siempre íbamos juntos, el lugar de encuentro lo habíamos fijado a unos siete kilómetros del centro, así, ir y venir en nuestras motos era un valor añadido en las tardes de ocio.
Cuando el reloj de pared de la entrada dio d

Seguía esperando, un poco inquieta, pero aún no había móviles y cualquier pinchazo o rato de lluvia podrían haberlos retrasado.
Estaba poniéndome un sandwich, cuando sonó el portero y una voz rota me dijo,¡baja!
En ese instante ya supe que algo había ocurrido.
Un escalofrío me recorrió la espalda a la vez que un calor intenso me subió a las mejillas.
Baje las escaleras de tres en tres para vivir lo que nunca hubiese querido.
La cara de Nacho, su expresión rota, los ojos turbios de lágrimas y un temblor en las manos que no podía contener.
-¡El Choni ha muerto!
Se mató en una recta o en una curva, no lo recuerdo, lo hablamos mil veces y no consigo recordar los detalles.
Estuvimos en su entierro, docenas de motos, todos amigos, estuvieron allí.
Un homenaje tan emotivo que aún me rompe el corazón recordarlo.
Recuerdo ahora a varios amigos de aquella época, con igual destino.
Nunca mas sentí la inmensa libertad, la sensación de control, el placer de arriesgar y de ser tu el dueño de la carretera.
Me gustan las motos, seguí montando, pero nunca más fui todo corazón.
1 comentario:
Toda una vida se dirime en un solo segundo .
Empieza en el primero y termina en el último
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