miércoles, 16 de noviembre de 2011

Oda a un día gris

No soy persona de grandes retos, ni grandes sacrificios.
Tampoco necesito un estado constante de vilo, ni superarme en cada paso.
Pero si necesito un dinamismo, levantarme cada mañana con un quehacer.
Con una pequeña ilusión que haga girar mi mundo.
Hoy me he despertado con una sensación plana, con una desgana impropia de mi.
Será el día gris y lluvioso...
Me arrastro a la ducha, ya debajo del agua, con los ojos aún cerrados empiezo a pensar.
Pienso en el placer que provoca el agua caliente cayendo por mi espalda, en la falta de horarios y decido quedarme allí debajo toda la mañana, la primera sonrisa asoma a mis labios...
Sin prisas me arreglo y para las diez soy una mujer nueva, me he acordado de que debo ir banco, sacar unos documentos por impresora, pasar por el zapatero, llevar un vestido a la tintorería, comprar un regalo muy especial y responder varios e-mails.
Ya son las doce y media y aquí estoy escribiendo mi blog, con ganas de transmitir mis vivencias.
A veces tan sencillas y planas como un día cualquiera, como hoy, días que se entremezclan en nuestra vida.
Días en los que no has de hacer nada mas que sobrevivir.
Pero estos son los mas añorados, cuando pierdes la paz.
Cuando un problema o enfermedad te ahogan, no piensas mas que en regresar a aquella calma gris, al caminar por la calle con la vista perdida y el pensamiento también.
A despertar y decir;- un día más, igual que el de ayer y el de mañana, nada nuevo bajo el sol.
Así que me he propuesto sentir el gris, apreciar sus cientos de matices, disfrutar de su paso lento y acariciar su tacto de niebla y lluvia.

1 comentario:

Unknown dijo...

Son esas gotitas de cotidiana complacencia que solo apreciamos cuando se van.